El último día de curso siempre es diferente y más aún si también se celebra la fiesta de fin de curso del colegio. Pero este año ha habido otro motivo por el que el viernes estuviera lleno de sentimientos y emociones. Tras un día intenso ultimando detalles para el festival y con los nervios a flor de piel, cuando ya actuaron los niños y pensaba que ya podía relajarme y respirar tranquila, las familias de la clase tenían algo preparado. Algo que me dejó sin palabras y que aún hoy, dos días después, no puedo dejar de pensarlo. Todas las familias se pusieron de acuerdo en prepararme una sorpresa.
Los regalos materiales me encantaron pero, sin duda alguna, lo que más me gustó fue esa carta llena de sentimientos. A todos nos gusta que se reconozca nuestro trabajo pero el cariño que el viernes me hicisteis llegar no puedo agradecerlo con palabras. Me hicisteis sentir valorada, querida, apoyada, y eso no hay forma de agradecerlo.
La mayor recompensa para los maestros es ver que sus alumnos están contentos, que los objetivos están cumplidos, que el avance a lo largo del curso se ha hecho evidente, pero si además se le suma el reconocimiento de las familias, entonces se convierte en el broche final perfecto.
Os lo dije una y mil veces, creo que no merezco tanto. Todo el trabajo realizado es fruto de mi obligación y sobre todo, de mi vocación. Gracias por este año en el que hemos formado equipo, gracias por responder siempre que os lo he pedido, gracias por facilitarme el trabajo con vuestra disposición y gracias, gracias y más gracias por todo lo que me transmitisteis el pasado viernes. Me hicisteis sentir satisfecha con mi trabajo y sobre todo me hicisteis sentir enormemente feliz. ¡GRACIAS!